miércoles, 21 de marzo de 2018

La importancia de la educación sexual: TASA ROSA

Os traemos esta vez una entrada relacionada con las anteriores, esperemos que os guste y que aprendáis de ello.
La tasa rosa es aquella diferencia de precio, normalmente más elevada (sobreprecio) que tienen los productos específicamente destinados al sexo femenino y que normalmente se da en aquellos productos para higiene y cuidados. Este es un fenómeno del que las empresas se benefician puesto que la idea de que la mujer debe estar limpia, depilada, maquillada, etc, está muy arraigado en la sociedad española, por lo que las mujeres de forma inconsciente desembolsan una mayor cantidad de dinero en estos productos. A pesar de ello, la aplicación de un mayor coste a un artículo por razón de género está teóricamente prohibida, pero en la práctica podemos observar cómo se comercializan productos destinados a mujeres más caros que otros idénticos destinados a los hombres.
Tras una revisión de las investigaciones ya realizadas, hemos llegado a la conclusión de que en España no se ha profundizado en la investigación de este fenómeno y en sus consecuencias. No obstante, hemos podido encontrar algunas actuaciones y movimientos que comienzan a denunciar esta injusticia, como sucede con Compromís (coalición política española de ámbito valenciano), que presentará una moción para procurar que el Gobierno persiga aquellas empresas que ejerciten la comercialización de productos con tasa rosa y defender al mismo tiempo la igualdad de precios sin discriminar dichos productos por géneros. Al mismo tiempo, hallamos que en España, la Federación de Asociaciones de Consumidores y Usuarios en Acción (Facua) opuso una denuncia a tres supermercados de gran éxito entre nuestra población: Dia, Lidl y Carrefour. La denuncia se realiza a partir de la detección por parte de la Federación de la venta más cara de un producto destinado a las mujeres que ese mismo producto dirigido a hombres. Este producto son los paquetes de maquinillas de afeitar desechables de marca blanca cuya diferencia reside en ser azules o rosas y en el precio triplicado de estas últimas, hecho que vulnera la Ley de Igualdad, la misma que obliga a evitar las discriminaciones por razón de sexo. La denuncia también sostiene que las campañas de publicidad de estos artículos son engañosas e incitan a creer que adquieren un producto diseñado específicamente para las “necesidades femeninas” cuando en realidad se trata del mismo producto con diferente publicidad. Este hecho puede ser castigado al no cumplir las regulaciones expuestas en la Ley de Competencia desleal, puesto que la publicidad altera el comportamiento económico de los clientes y puede inducir a error.
La actuación de la federación solamente abarca las maquinillas de afeitar debido a la carencia de investigaciones españolas indicadas anteriormente. Sin embargo, hemos encontrado otros estudios internacionales más detallados y a partir de los cuales podemos concluir que este fenómeno es una práctica muy extendida que no solamente se aplica a los productos de higiene y cuidados, sino que se realiza con todo tipo de artículos si estos pueden diferenciarse entre hombres y mujeres. Rescatando los datos que nos proporciona el estudio realizado en 2015 en Nueva York, podemos sacar como conclusión que no solamente las mujeres pagamos más por productos de higiene y cuidado, sino que este sobreprecio se aplica a todos los artículos: ropa, juguetes, alimentos, etc. y esta cifra se eleva hasta los 1.300 dólares de diferencia al año. (1.100 €). También podemos observar que los productos que son idénticos, cuya función es la misma y la única diferencia es el destinatario, no sólo son estos productos los que nos preocupan, (estos artículos tienen una diferencia menor en su precio, aunque los de mujeres siguen siendo más caros); sino que también queremos destacar aquellos artículos que, según las empresas, son parecidos a los de los hombres pero adaptados a las necesidades y características femeninas, es decir, con diferencias funcionales, en los que hay un sobreprecio del 16,4%.
Sin embargo, ¿por qué seguimos consumiendo productos diferenciados, pudiendo comprar exactamente el mismo por menos precio? Bien, esto se explica por la estrategia que utilizan los supermercados. Los productos rosas y azules están en estantes separados para no facilitar una comparación a simple vista o en su defecto, no son exactamente iguales para que siempre se origine ese comportamiento en el consumidor. Como podemos comprobar, esto ocurre con las maquinillas del supermercado “Dia” de su marca “Bonté”, las cuales incorporan una banda lubricante de aloe vera, característica que implica que cuesten al consumidor tres veces más, es decir, el paquete de diez vale 2,30 € (23 céntimos por unidad) mientras que las masculinas de su misma marca cuesta 1,75 € el paquete de veinte, (no alcanza los 9 céntimos por unidad), pero también vemos importante señalar que estas últimas tienen una banda de vitamina E, alegando que no son el mismo producto y además no poder estar perseguido por ley.
Aunque “Lidl” haya reducido en marzo el precio del lote de seis maquinillas de afeitar de la marca “Cien Lady” de 0,99 céntimos a 0,59 (10 céntimos por unidad) sigue existiendo una diferencia del 20 % con respecto a las maquinillas de hombre.
Como con las bandas de aloe vera, podemos encontrar otro tipo de argumentos que dejan bastante que desear por parte de las empresas para justificar la diferencia de precio, como ocurre con las máquinas “gillettes” y cuya versión para el hombre cuesta menos fabricar porque al ser más consumida, lo que reduciría su precio por unidad.
Sin embargo nos planteamos que aquí debe haber un fallo de análisis por parte de la empresa “gillett”, ya que de ser así una maquinilla de marca mundial debería costar menos que una de supermercado, las cuales en contradicción a esta teoría se venden mucho más baratas, con lo que concluimos que las empresas aprovechan la diferenciación del producto para obtener un mayor beneficio, a la vez que se perpetúa el cuidado a las mujeres para que inviertan su tiempo y su dinero en cumplir con los cánones de belleza impuestos y tan arraigados en la sociedad.

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